El mundo necesita que las mujeres se arriesguen a emprender y a ser inversionistas
Hace unos meses tuve la fortuna de ser invitada al colegio de mi hijo para contar mi historia y motivar a los niños a ser emprendedores. Mi hijo, luego de unas semanas, me contó que ahora muchos niños del colegio producen y venden cosas, hecho que me alegra y me hizo pensar que las mujeres podemos ser artífices de grandes cosas si nos lo proponemos.
La economía del mundo necesita personas que se arriesgan a emprender. Muchas veces pienso que, por temas culturales, a las mujeres nos da más miedo arriesgarnos a pesar del gran potencial que tenemos. Un emprendedor necesita de atributos con los que nosotras contamos innatamente. Entre ellos destaco la perseverancia, la capacidad de ser multitasking, el trabajo en equipo, la resiliencia, el cuidado del flujo de caja y el orden.
Una niña me dijo “yo quiero solo algo pequeño”, le dije que no, que pensara en grande, hecho que aprendí gracias a mi experiencia en Endeavor. Las empresas, como los hijos, deben crecer y en eso también pecamos, tal vez porque que nos falta ambición y nos conformamos con poco.
Las mujeres estamos llamadas a crear grandes empresas con gran impacto económico y social, pues tendemos a pensar siempre en el bien común.
Un efecto que se multiplica
En 2013 animé a dos profesoras a trabajar sobre el tema de emprendimiento femenino en la Universidad de los Andes y las he acompañado en ese proceso. Esto me ha generado grandes satisfacciones puesto que he entendido cada vez más sobre nuestras habilidades. En la medida que tomamos conciencia, somos capaces de aprovechar las fortalezas y superar las debilidades.
Cuando empresarias acuden a mí por un consejo, las felicito, pues es importante dejarse ayudar, orientar y estar aprendiendo. En esa medida también es importante crear redes y aprovecharlas para negociar. Eso es algo que todavía nos falta explotar.
Nos falta esa experiencia de crear redes y apoyarnos entre nosotras. La sororidad es fundamental y, desafortunadamente, a veces nos gana la competitividad, pero entre más compartamos ideas, problemas o necesidades, más ayuda se puede lograr. “Pedid y se os dará”, es algo que he visto cumplir en mi vida siempre.
El reto de la inversión
Si bien hacer empresa y crecerla es todo un reto, venderla e invertir en nuevas empresas lo es más. He tenido la fortuna de vivir todas estas experiencias y pienso que las mujeres también tendemos a apegarnos y nos cuesta soltar. Tengo un lema y es soltar para crecer. Vender o levantar capital es algo que las mujeres no nos hemos ocupado tanto de hacer y por ello no crecemos al ritmo que deberíamos.
Como hay mucho apego e involucramiento emocional, es más difícil negociar objetivamente. Al vender LiSim, la empresa que logré consolidar, logré recursos para una nueva etapa en la cual incluso somos menos mujeres activas: la de invertir en otras empresas. Esto requiere volar más alto para poder mirar desde otro ángulo y hacer elecciones apropiadas.
Ejemplos que inspiran
Tuve la fortuna de ir a la isla Necker y conocer del mismo Richard Branson la estrategia de inversión de Virgin, cómo seleccionaban las empresas siguiendo el propósito superior de Virgin.
Esto me dio luces y me permitió organizar mi empresa de inversión y, si como empresaria me sentí como madre de mi empresa, como inversionista me siento como una abuelita; disfrutando los logros y sufriendo las preocupaciones, apoyando con consejos, pero ya sin la carga el día a día.
Ojalá sean cada vez más las mujeres que se animen a ser grandes empresarias y lleguen a ser inversionistas e inviertan en mujeres.
Por: Lilian Simbaqueba,Emprendedora Endeavor de Lisim.